jueves, 31 de marzo de 2016

BREVE HISTORIA DE LOS DIRIGIBLES - Carlos Lázaro Ávila



Una de las fotos y escenas más famosas e icónicas del siglo XX se produjo el 6 de Mayo de 1937 en el gran descampado yermo  que era entonces la Estación Aeronaval de Lakehurst (Nueva Jersey – Estados Unidos) Una gran aeronave, gigante cual Leviatán, se encuentra estacionada en ese lugar y tras un fuerte destello provocado por la electricidad estática de una tormenta anterior comienza  arder y a desmoronarse en una enorme bola de fuego y a consumirse entre una oleada de gritos desgarradores. Y aunque las imágenes son en blanco y negro, de noticiero cinematográfico, nos asombra la precisión con que nos enseña una de las debacles más grandes de la Historia Contemporánea. En total murieron 36 personas (de las 97 que había en ese mismo momento a bordo) o bien consumidas entre las llamas o aplastadas por la enorme estructura de la ballena aérea. Aquello supuso no solo la trágica muerte de aquella gente sino también el ocaso de uno de los sueños del ser humano: la quimera del zepelín. Ya nada sería igual, y aunque en la actualidad comienza a ser de nuevo tomado en importancia tanto militar, estratégica o civil, ya nada podrá igualar la magnificencia de aquellos ingenios que con su sola presencia en el aire, o el divisar su alargada sombra en un dorado maizal, hacia que los hombres se sintieran satisfechos de su condición humana o, a la inversa, sintieran pavor ante el poderío que podía acabar con ellos. La historia de los dirigibles, es la historia de un esfuerzo, de un titánico avance tecnológico que hizo al hombre tener la pretensión de querer igualar a las aves y ser tan libres como ellas. Así pues para conocer su épica historia nada mejor que adentrarnos en el trabajo de Carlos Lázaro Ávila: Breve Historia de los dirigibles, editado por Nowtilus.

domingo, 27 de marzo de 2016

NARANJAS DE LA CHINA



Ahora lo vemos como algo normal en nuestros fruteros, pero ¿sabías que la naranja no es una fruta originaria de España sino que viene de lejos, de más allá de nuestras fronteras? Según parece las naranjas  provienen de China, y más concretamente del Himalaya y del sudeste asiático, y que con el paso de los siglos llegó a nuestras costas de la mano de los árabes cuando se establecieron en la Península Ibérica. De ahí el nombre con que las conocemos, naranj, que en árabe significa “perfume interior”. Ya entonces la posesión de las naranjas era todo un lujo que solamente los nobles y reyes se podían permitir, siendo utilizadas normalmente como presentes de lujo para honrar a las visitas. Incluso hay constancia de que una vez, en 1286, fueron utilizadas como munición en unos juegos acuáticos en el Ebro para celebrar la visita que hizo Alfonso III de Aragón a Zaragoza. Pero pasados los años la gente comenzó a darse cuenta de que esta fruta se podía utilizar en la cocina, no solo para comer sino también para aderezar las carnes blancas. E incluso algunos alquimistas de la época observaron que el zumo de la naranja también era efectivo para contrarrestar las enfermedades. Arnau de Vilanova, por ejemplo, recomendaba a Jaime II que tomara un vaso de zumo de vez en cuando para que estuviera más fuerte.  Con el tiempo el uso de las naranjas como fruta de mesa se fue imponiendo poco a poco, e incluso se sabe que la gran abundancia de naranjas que hay en Estados Unidos, sobre todo en la zona de California, se debe a que en la época de la conquista del Nuevo Mundo unos monjes franciscanos llevaron a esos lugares unas pepitas de naranja y las plantaron allí para poder también disfrutar de el sabor de esta fruta.

sábado, 26 de marzo de 2016

¿CUÁNDO SE CREÓ EL MENÚ DEL DÍA?



Nos cuenta Benito Pérez Galdós en su obra Montes de Oca, que a mediados del siglo XIX las fondas madrileñas comenzaron a ofrecer a sus clientes un tipo de menú más económico a precio fijo y que esto se popularizó de la noche a la mañana. Pero si queremos saber cuál es el origen directo del famoso menú del día que solemos consumir cuando comemos fuera (a no ser que nos sobre el dinero y tiremos de carta sin mirar el precio) no hemos de remontarnos muchos años atrás sino a una medida impuesta por el Ministerio de Información y Turismo alrededor de los años 60 del siglo XX y que tenía como fin atraer al turismo que empezaba a atestar nuestras ciudades y playas atraídos por la oferta del sol y folclorismo tan típico de la época del desarrollismo. En 1964 este ministerio creo el llamado Menú Turístico que por un lado volvía a fijar el precio único en los menús y que además recomendaba que los platos se sirvieran de la siguiente manera: en cuanto el cliente se sentaba en la mesa, el camarero, de forma diligente y rápida, debía ofrecerle unos entremeses, seguido por un primero compuesto de sopa o crema; un segundo, más fuerte, a base de carne y pescado acompañado de una guarnición de patatas o verdura; y finalmente un postre de fruta, dulce o queso. Y todo ello regado con agua, vino y cerveza. El café era optativo, y a veces era incluido en el precio, junto con el pan, o se cobraba aparte. Como se verá muy parecido al de ahora.

Este primer borrador ministerial también sugería que los platos ofrecidos debían ser típicamente españoles, como por ejemplo la paella, la tortilla de patatas, el cocido madrileño, la fabada asturiana… y así una variada gama de alimentos patrios. Además el local tenía la obligación de poner el cartel del menú turístico a la entrada para que fuera bien visible no solo por los turistas sino también por cualquier persona que quisiera aprovecharse de este precio. Como se puede ver, la idea no era mala  pero al principio este tipo de oferta no tuvo mucho éxito ya que algunos restaurantes no ponían este tipo de menú dentro de la carta e incluso había gastrónomos o personas mal intencionadas que decían que era un producto destinado a los pobres de pedir y que solamente ofrecían alimentos de mala calidad. Es por ello que al año siguiente el gobierno tuvo que sacar una nueva ordenanza, más completa, en la que, por un lado, se desmentía que este menú era de pobres, y por otro lado obligaba a los locales a poner dentro de la carta la opción de menú turístico. Se fijaron definitivamente los precios (no como ahora) desde 50 pesetas para los restaurantes de cuarta clase hasta 250 para los de lujo. Con el paso de los años la gente empezó a llamarlos menú del día, y así hasta el día de hoy en el que podemos ver los típicos carteles ofreciendo este servicio en la gran mayoría de locales de nuestras ciudades.

jueves, 24 de marzo de 2016

EL ORIGEN DE LA PALABRA CHOLLO



¿Cuántas veces no hemos salido de una tienda, de buen humor, contentos por haber adquirido un producto a buen precio, casi regalado, y a continuación hemos pensado o dicho a nuestro acompañante  “¡Menudo chollo he conseguido!”? Seguramente más de una vez.  Pues bien para buscar el origen de esta palabra hay que remontarse a mediados del siglo XVIII, justamente en el reinado de Carlos III, más conocido por todos como el mejor alcalde de Madrid. Pues bien un buen día arribó a la corte de este monarca un perspicaz napolitano llamado Cioglio quien ayudado por otros de su misma nacionalidad consiguió licencia para colocar sillas y cómodos bancos en la calle para contemplar los pasos de Semana Santa y los acostumbrados desfiles militares con que se entretenía la ciudadanía. Claro está, cobraba por cada asiento que se ocupaba al igual que los alquilaba con tiempo para poder ver mejor el espectáculo. Es por ello que con el tiempo este hombre consiguió amasar una buena fortuna, a la vez que la picaresca pronto castellanizó su nombre a chollo como sinónimo de cosa adquirida a poca costa.

lunes, 21 de marzo de 2016

VIAJES POR EL ANTIGUO IMPERIO ROMANO - Jorge García Sánchez



Aunque nos parezca raro, a ojos de un hombre del siglo XXI, ya en la antigüedad se viajaba por todo el mundo conocido. Los viajes por placer, de un lado al otro lado del Mediterráneo, las visitas obligatorias de carácter oficial a uno u otro monarca o las expediciones militares eran algo habitual en aquellos tiempos. En la antigüedad, sobre todo griegos y romanos,  viajaban por toda la tierra habitada, o ecúmene, y describían todo el mundo conocido, todo lo que veían mediante tratados o mapas para, por un lado incitar a que los demás viajaran, o por dejar reflejado como era aquel universo donde se movían ya fuera en rápidos barcos mercantes, lentos carromatos, o a pie en cuidadas vías que iban desde el misterioso Oriente hasta el funesto Oeste, la  Tierra de los Muertos. Normalmente los libros de Historia nos muestra que tal ejército, o tal personaje relevante se encontraba en cual sitio, como por arte de magia, sin en ningún momento precisar cómo había llegado allí, y que medio de transporte había utilizado. Es como si se tele transportaran de un lado a otro por el mundo. Así pues, para completar esas lagunas históricas, el investigador y profesor de arqueología Jorge García Sánchez nos ofrece el siguiente libro: Viajes por el antiguo Imperio Romano, editado por Nowtilus en 2016.

domingo, 20 de marzo de 2016

EXPEDIENTE X EN EL ALCÁZAR DE MADRID



Aunque Felipe V había  recibido de pequeño en Versalles una educación muy estricta en lo que respecta a temas religiosos, una de las cosas que su tutor, el padre François Fenelón (autor de la primera novela juvenil: Las Aventuras de Telémaco), no le pudo quitar de la cabeza fue su obsesión por el sexo. Así que cuando años después murió su joven  esposa, la reina María Luisa Gabriela de Saboya, rápidamente sus allegados tuvieron que buscarle una nueva reina para que satisficiera sus apetitos sexuales. Y después de cribar en las cortes europeas, encontraron una dama algo llenita que seguramente iba a sofocar con creces las apetencias del monarca Borbón. La elegida fue Isabel de Farnesio, más conocida por el pueblo como la parmesana. Tras el casamiento el monarca volvió a cumplir en la cama pero tantas eran las ganas que tenía que un día se le ocurrió hacerlo en la misma habitación en la que había fallecido su anterior esposa. Mucha gente le recomendó al rey no hacerlo allí, en la misma cama en la que había yacido con María Luisa Gabriela de Saboya, pues seguramente atraería alguna maldición a la corona. El ardiente Felipe no les hizo caso y prosiguió con esa idea pero a la mañana siguiente los reyes se dieron cuenta que las sabanas donde habían hecho el amor brillaban con una misteriosa luz verdiblanca. Aquello dio mucho que hablar en la corte y rápidamente Isabel de Farnesio mandó quemar cualquier sabana, almohada, cortina o mantel  que hubiera estado en contacto con la anterior reina. Pero aunque esta especie de exorcismo se llevo a cabo en uno de los patios de palacio, la extraña fosforescencia volvió a repetirse en los ropajes nuevos del monarca y de la parmesana. Esto produjo terror en el Alcázar y un duro golpe a la débil salud mental de Felipe V. Hay que señalar que este misterio, el del brillo de las sabanas y las ropas reales, nunca se resolvió, quedando como uno de los enigmas más raros acaecidos en el antiguo Alcázar de Madrid.

martes, 15 de marzo de 2016

LA CANTINA DE HOLLYWOOD



Cuando el 7 de Diciembre de 1941 los aviones japoneses destruyeron la base naval de Pearl Harbor (Hawái)  los americanos despertaron bruscamente a la realidad y se dieron cuenta de que el mundo estaba en guerra. Miles y miles de jóvenes soldados fueron al frente, ya sea al continente europeo a luchar contra los alemanes o bien a las recónditas islas del Pacífico a combatir al Imperio japonés. Todos querían poner su granito de arena para apoyar la causa y el mundo del cine no iba a ser menos. El 3 de Octubre de 1942 Bette Davis, John Garfield, Cary Grant y el compositor Jule Styne inauguraron en la antigua barraca de Old Hollywood, situada en el 1451 de la calle Cahuenga, la famosa Cantina de Hollywood. La misión principal de este lugar era apoyar y animar a los cientos de jóvenes que iban a dejar su vida en el frente. Allí se podían beber bebidas no alcohólicas, tomar algún trozo de tarta de manzana, y bailar al ritmo de dos bandas de música, mientras un actor famoso subido al escenario contaba chistes al más puro estilo del Club de la Comedia. Todo el mundo quería ir a ver el espectáculo, pues ¿quién se podía resistir a la tentación de ver a Buster Keaton sirviendo bebidas, jugar a las cartas con Sinatra, Errol Flynn, o John Wayne, bailar al ritmo de las Hermanas Andrews, a la par que los ojos se podían extasiar con las bellezas del local como Ava Gadner, Marlene Dietrich e incluso Verónica Lake? A los actores no les importaba relacionarse con los soldados y estar con ellos hasta altas horas de la noche, ya que preferían que olvidaran sus penas durante un buen rato hasta el día siguiente y, de esta manera, tener un buen recuerdo cuando estuvieran viviendo un infierno en una trinchera perdida a miles de kilómetros de distancia de sus hogares.
La Cantina de Hollywood estuvo abierta durante toda la Segunda Guerra Mundial y era tan famosa que en 1944 incluso hicieron una película de ella titulada The Hollywood Canteen en donde aparecían no solo actores de verdad sino también soldados filmados in situ. En Noviembre de 1945 La Cantina cerró sus puertas tras haber hecho su trabajo. En total acudieron alrededor de 3 millones de soldados ya fueran americanos como británicos, australianos y por increíble que parezca hasta los rusos echaron unas carcajadas con los actores. Años después la actriz Bettes Davis fue premiada por el Departamento de Defensa de Estados Unidos por su esfuerzo en guerra.